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«Estrellas» del periodismo, de rodillas ante el presidente

Podcast presidencial "Paraguay Adelante"

La reciente reunión del presidente Santiago Peña con un grupo selecto de periodistas dejó una sensación difícil de disimular: no fue una entrevista, fue una puesta en escena. Un encuentro diseñado para el lucimiento presidencial y para confirmar una relación desigual entre el poder y quienes deberían ejercer el rol incómodo de preguntar.

El podcast presidencial llamado “Paraguay Adelante” terminó siendo una clase magistral unilateral, donde el mandatario habló sin mayores interrupciones, eligió qué responder y qué esquivar, y se permitió incluso dictar cátedra sobre cómo hacer periodismo. Desde ese pedestal, descalificó a los cronistas de calle —los “noteros”— por supuesta falta de preparación, mientras se comparaba con Donald Trump y elevaba a Horacio Cartes al rango simbólico de Winston Churchill. La grandilocuencia sustituyó al intercambio.

Hubo temas sensibles tratados con liviandad. La reunión reservada con miembros de la Corte Suprema fue reducida a una “boludez”. Se habló de derecho a la información, pero acto seguido se negó la publicación de la lista de visitas fuera de horario a la oficina presidencial, amparándose en razones de “seguridad”. Transparencia en discurso, opacidad en los hechos.

Del otro lado de la mesa, el desempeño periodístico fue, en el mejor de los casos, tibio. Predominaron silencios, concesiones y una evidente falta de repreguntas. Más que una entrevista, se vio una coreografía de egos y acomodos. Las posturas políticas de Camilo Soares aportaron algo de contraste; el resto osciló entre la complacencia y la ausencia. El silencio de Jorge Torrez cerró el cuadro.

Lo ocurrido en el Podcast Presidencial no fortalece a la prensa ni ennoblece al poder. Confirma, más bien, una lógica preocupante: periodistas “elegidos” para escuchar y un presidente que confunde control con competencia, información con relato, crítica con deslealtad.

Mientras tanto, los noteros —los mismos a los que se les niega altura— seguirán haciendo preguntas en la calle, sin pedestal, sin libreto y sin invitación. Ahí, precisamente, es donde todavía respira el periodismo.

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